Los
primeros años del siglo XIX, fueron los años de la Grande Armée. Las tropas de
Napoleón fueron derrotando sucesivamente a todos los ejércitos con los que se
enfrentaron. Unían una lealtad inquebrantable hacia su país y hacia su
emperador, una brillante estructura (entre otras cosas tenían unas potentes
unidades de artillería que barría las formaciones enemigas antes de ser rematadas
por la caballería y la infantería), y a su mando tenían a unos formidables
oficiales, ascendidos por méritos de servicio, al frente de los cuales se
situaban los mariscales de campo. En su mayoría eran militares de origen
humilde, que habían ascendido por su valor y mérito mostrado en las sucesivas
campañas que la joven república francesa había tenido que enfrentar desde sus
inicios en 1789-1792. Gracias a esta oportunidad que les había dado la
república, luchaban con valor para defenderla. Cuando llegó Napoleón, las
sucesivas victorias y las promesas de gloria, hicieron que los mariscales
profesaran una fe ciega hacia su emperador.
Uno
de estos mariscales, posiblemente el más leal de todos, fue Michel Ney
(1769-1815). Hijo de un tonelero de la región del Sarre, veterano del ejército
francés, hablaba alemán perfectamente ya que su madre era alemana. En 1787 se
alista en el ejército en contra de los deseos de su padre. Desde el principio
se muestra como un soldado valiente y capaz, destacando ya desde las primeras
campañas para la defensa de la república francesa. En 1796, ya es nombrado
general de brigada.
Cuando
en 1799, Napoleón da el golpe de Estado, Ney se opone, pero su mujer, amiga
íntima de una de las hijas de Josefina, la mujer de Napoleón, le convence para
moderarse y conocer a Napoleón. En ese encuentro, ambos hombres quedan
impresionados mutuamente. Napoleón le irá encargando sucesivamente nuevas
responsabilidades. Como ministro plenipotenciario para asuntos helvéticos,
logra evitar un conflicto armado. Cuando Napoleón decide crear un gran ejército
para invadir Gran Bretaña, pone al frente de su formación a Ney, será el
nacimiento del Grande Armée. Finalmente, la invasión es suspendida tras la
derrota de trafalgar porque no se podía disponer de los barcos necesarios para
trasladar las tropas. El Grande Armée es trasladado para combatir en las guerras
continentales, donde éste y Ney obtendrán una tras otra, numerosas victorias.
En 1804, Ney es nombrado Mariscal del Imperio.
Ney
es enviado junto al Grande Armée a invadir Rusia. Allí, el ejército es
diezmado. Tras el incendio de Moscú por las tropas rusas para que los franceses
no tengan suministros, el ejército ha de retirarse de Rusia. Ney es puesto al
mando de la retaguardia, con la misión de proteger la retirada francesa. A lo
largo de 40 días seguidos, Ney logra mantener el ejército unido pese a sufrir
numerosas bajas. Al llegar al río Berezina, la retaguardia francesa es
sorprendida por los rusos antes de que esté preparado el puente para cruzarlo.
Todos los hombres de Ney huyen presas del pánico, pero Ney se queda solo para
frenar a los rusos. Al verle, 12 de ellos vuelven y se quedan con él, logrando
frenar a los rusos y permitir que los franceses cruzaran el puente.
Tras
la derrota de Leizpig en la Batalla de las Naciones (16 de octubre de 1813),
los Mariscales se reúnen y deciden obligar a Napoleón a abdicar para evitar el
desastre, y rendir sus tropas a los coaligados contra Francia. Sube al trono
Luis XVIII y Ney se pone a sus órdenes, sin estar muy a gusto en el nuevo
régimen.
El
6 de marzo de 1815, Ney es enviado a arrestar a Napoleón, que ha desembarcado
en Francia desde la isla de Elba, para retomar el mando. Según va avanzando, a
Napoleón le van recibiendo entre vítores y se le van uniendo hombres. Cuando
Ney llega ante Napoleón, se une a él y juntos se dirigen a París. Es el inicio
de “los 100 días”. De inmediato, se vuelve a reunir una coalición contra él.
Napoleón se dirige a Bélgica a enfrentarse al ejército anglo-prusiano allí
reunido. En la batalla de Waterloo, Napoleón es derrotado al fracasar su
brillante estrategia. Había previsto el ataque en tenaza con 2 ejércitos, pero
el del general Grouchy no llega a la batalla. Además, Ney ordena atacar con su
caballería antes de que Napoleón pueda barrerla con su artillería, lo cual deja
atónito al propio Napoleón. Ney lanza sucesivos ataques frontales contra los
ingleses que son rechazados hasta casi acabar con su caballería. Al verse
derrotado, Ney grita “ !Venid y ved cómo muere un Mariscal de Francia¡ “. En la
última carga, se le vio golpeando al lateral de un cañón ingles con su sable, a
causa de la desesperación.
Tras
la derrota y exilio de Napoleón, Ney es juzgado y condenado a muerte. Es
fusilado el 20 de noviembre de 1815 en el muro trasero de los jardines de
Luxemburgo.
Sin
embargo, pudo ser que no fuera así. Ney tenía lazos con la masonería, esto y su
prestigio como militar, que hacía que tuviera muchos simpatizantes, hizo que
pudiera ser sustituido en el fusilamiento por un doble y ayudado a huir a EEUU.
Se basa en la existencia de un hombre de edad similar llamado Peter Stewart Ney
que vivió en EEUU y que hablaba perfectamente alemán y procedía de Francia.
Durante unos años fue maestro de escuela en los estados de Carolina del norte y
del sur, así como profesor del Davidson College, donde diseñó el escudo de la
institución que aún hoy sigue en vigor. En una ocasión que estaba borracho,
hablo de pasadas glorias militares y afirmó ser el mariscal fusilado de
Napoleón. Murió en 1846 y sus últimas palabras fueron: “Bessiéres está muerto;
la vieja Guardia está muerta; ahora, por favor, dejadme morir”

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