A
la vuelta de su viaje a América, el científico alemán Alexander von Humboldt
escribió: “ningún gobierno europeo ha sacrificado sumas mas considerables que
el español para fomentar el conocimiento de los vegetales”. Era cierto. Desde
1777 a 1787, España realizó 3 importantes expediciones a sus dominios
americanos: la del virreinato del Perú (1777-1778), la de Nueva Granada
(1783-1791) y la de Nueva España (1787-1803). Se trataba de un costoso programa
expedicionario, cuyos ambiciosos objetivos se perfilaban con la encomienda real
que recibieron Hipólito Ruiz y José Pavón, integrantes de la primera expedición
botánica:
“El examen y conocimiento metódico de las producciones
naturales de mis dominios de América, no sólo para promover los progresos de
las ciencias phísicas, sino también para desterrar dudas y adulteraciones […],
para aumentar el comercio, y que se formen herbarios y colecciones de productos
naturales, describiendo y delineando las plantas que se encuentren en aquellos
mis fértiles dominios para enriquecer mi Gavinete de Historia Natural y Jardín
Botánico de la Corte”.
La expedición al virreinato del Perú, que serviría de
modelo para las demás, se organizó en respuesta a una iniciativa francesa. Lo
cierto es que desde las primeras décadas del siglo XVIII habían ido llegando a
los jardines botánicos europeos diversos herbarios y plantas vivas de
procedencia remota, y existía un gran interés por las especies americanas, que
estaban muy poco representadas. En particular, se tenía noticia de la enorme
riqueza florística de la región peruana, que aún tenía oculta la mayoría de sus
especies vegetales.
Por ese motivo, en 1775 el ministro francés Jacques
Turgot solicitó permiso a las autoridades españolas para enviar al médico y
botánico Joseph Dombey a Perú para recolectar plantas, con el propósito de
naturalizarlas en Europa. La propuesta no perseguía sólo fines coleccionistas o
científicos. Había un claro trasfondo económico y político: la búsqueda de
plantas útiles, como recursos agrícolas o comerciales, susceptibles de ser
introducidas en la propia metrópoli o en las colonias. Tras una larga
negociación, interrumpida en mayo de 1776 por la destitución de Turgot, se
llegó a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. La corte española
financiaba y autorizaba el viaje con la condición de que Dombey fuese
acompañado por dos botánicos españoles y se comprometiera a dejar un duplicado
de todos sus hallazgos en poder de España.
Los preparativos de la misión corieron a cargo de
Casimiro Gómez Ortega, recién nombrado director del Real Jardín Botánico de
Madrid, que por entonces se ubicaba en el Soto de Migas Calientes aunque pronto
se trasladaría a las nuevas instalaciones del paseo del Prado. Desde esta
institución, Gómez Ortega dirigió los destinos de la botánica española durante
muchos años. Para acompañar al botánico francés propuso a dos jóvenes
colaboradores, Hipólito Ruiz y José Pavón, y a los dibujantes José Brunete e
Isidro Gálvez, elegidos entre los alumnos más aventajados de la Academia de
Nobles Artes de San Fernando. Ruiz y Pavón tenían conocimientos de farmacia,
pero distaban de ser expertos. La superioridad científica de Dombey, con más de
10 años de experiencia de campo, era evidente y se ponía de manifiesto en las
órdenes que recibieron los españoles. Éstos debían ganarse sus confianza y
amistad y aprovecharse de su experiencia.
El 19 de octubre de 1777 la expedición partió de Cádiz
con destino al Callao. Llevaban consigo un voluminoso equipaje que incluía
varios cajones con el material que pudiesen necesitar como pinturas, papeles,
prensas portátiles para desecar las plantas, etc. Tenían por delante una tarea
ingente que desbordaría con mucho los cuatro años previstos, lo cual no es de
extrañar si se considera que los botánicos debían inventariar un supuesto
paraíso vegetal del que en España se sabía bien poco.
Lima, capital del virreinato, se convirtió en el
centro de las operaciones de los expedicionarios desde su llegada en abril de
1778 hasta fines de 1781. Durante el primer año, el equipo herborizó en los
alrededores de la ciudad y en las provincias cercanas al litoral, tanto al
norte como al sur. Dombey, Ruiz y Pavón trabajaban juntos, con el objetivo de
que el primero instruyera a los españoles en el estudio y los hábitos de las
plantas. Años después, en su “Relación Histórica del Viaje a los Reinos del
Perú y Chile”, Ruiz recordaba aquellos meses de aprendizaje:
“…Caminando a pie con las carteras
debajo del brazo, para recoger en ellas las plantas que se nos presentaban…”.
Los campesinos observaban sus operaciones con una
mezcla de desconfianza y perplejidad. Para la minoría ilustrada limeña, los
científicos europeos eran sexualistas, ya que utilizaban el sistema linneano,
basado en los órganos sexuales de las plantas. Tal como explica el botánico.
Tal como explicaba Ruiz:
“…Acopiámos, describimos y dibujamos
varias plantas nuevas y otras ya conocidas de los naturalistas, pero observadas
y descritas como de paso y por otros métodos menos exactos que el de Linneo;
que es el que habíamos adoptado, como el más bien recibido en toda Europa…”
Por su parte, Dombey llegó a Perú con una larga lista
de encargos. En primer lugar debía tratar de recuperar los manuscritos del
botánico Joseph de Jussieu, quien había participado en la expedición geodésica
al reino de Quito y posteriormente había residido algunos años en Lima.
Asimismo se le encomendó indagar sobre el origen y la naturaleza de los
yacimientos minerales que habían dado fama al virreinato (oro, plata y mercurio
sobre todo), examinar los depósitos costeros de salitre y recoger muestras de
platino. Las autoridades coloniales le confiaron también otras tareas que
eventualmente le apartaron de la comisión, como el análisis de las aguas
minerales de Chauchín, en el nacimiento del río Huaura.
Dombey también se interesó por las antigüedades
precolombinas. En las ruinas indias de Pachacamac hizo buenas provisiones de
vasijas y otras curiosidades, entre las que destacaba la llamada “vestidura del
Inca”, destinada al rey Luis XIV, por la que el botánico francés llegó a pagar
el sueldo de siete meses.
A mediados de mayo de 1779, Ruiz, Pavón y los
dibujantes cruzaron la cordillera andina en dirección a Tarma. Con el tiempo,
aquellos abruptos parajes y la espléndida vegetación que encerraban llegarían a
ser familiares, pero la emoción de la primera impresión fue irrepetible y
compensó las penalidades de un camino cuajado de peligros. Los viajeros
tuvieron que escalar empinadas cuestas y atravesar profundos barrancos,
suspendidos sobre endebles puentes de cuerda y cuero. A la fatiga se unía la
falta de oxígeno de las grandes altitudes, unos 5.000 metros en las cumbres más
elevadas. Por si esto fuera poco, desertaron casi todos los muleros que los
acompañaban, tras robarles algunas mulas con carga incluida. Los páramos que a
primera vista parecían yermos les permitieron reunir una excelente colección de
plantas. La provincia de Tarma, con una gran diversidad climática (cálida,
templada y fría), era el edén.
“…Casi todos los vegetales eran para nosotros nuevos y
preciosos para enriquecer la botánica y la materia médica, en beneficio de la
humanidad…”, escribió Ruiz.
Entre mayo de 1780 y marzo de 1781 trabajaron en la
región de Huánaco, al norte del cerro de Pasco, donde se había descubierto poco
tiempo atrás bosques de quinos. el árbol de la quina, de cuya corteza se
extraía la quina, un famoso fármaco de la época, era uno de los vegetales que
mas interés tenía para la Corona española. al llegar la época de lluvias, que
hacía imposible el trabajo de campo, se dio por terminada la campaña, y los
expedicionarios volveron a Lima. Pocos meses después, estallaba la revuelta de
Túpac Amaru, un descendiente del último Inca, que en la región de Cuzco levantó
en armas a 50.000 indios. aunque se llegó a pensar que los expedicionarios
pasaran a la Audiencia de Quito, la situación política del virreinato obligó a
un cambio de planes. en diciembre de 1781 , la expedición viajaba hacia el
puerto chileno de Talcahuano. a su regreso de este viaje, en octubre de 1783,
el médico francés abandonó la expedición. para los españoles la estancia en
Perú se prolongaría aún por cinco años más.
Para leer mas:
http://es.wikipedia.org/wiki/Expedici%C3%B3n_Bot%C3%A1nica_al_Virreinato_del_Per%C3%BA
http://www.uv.es/ihcd/Farmacologia/bioruiz.html
http://www.juanhernaz.com/blog/las-jovellanas-the-jovellanas/

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