La intensa actividad de exploración de Francia e
Inglaterra a fines del siglo XVIII provocó la reacción de España. El Pacífico
era considerado como un mar español desde que Magallanes descubriera las
Filipinas. En el caso de la Expedición Malas pina, estaba claro que se
pretendía emular los viajes de Cook y La Perouse.
La aprobación de Carlos III llegó 2 meses antes de su
muerte. Se diseñaron y construyeron 2 fragatas expresamente para este viaje, la
Atrevida y la Descubierta, en honor de los barcos usados por James Cook
(Resolution y Discovery). La expedición contaba con los mejores científicos de
la Marina española, como Juan Gutiérrez de la Concha, acompañados también por
grandes naturalistas y dibujantes, como el profesor de pintura José del Pozo,
los pintores José Guío y Fernando Brambila, el dibujante y cronista Tomás de
Suria, el botánico Luis Née, los naturalistas Antonio Pineda y Tadeo Haenke.
También formaba la tripulación Alcalá Galiano, que moriría heroicamente en
Trafalgar.
La expedición zarpó de Cádiz el 30 de julio de 1789.
Tras fondear unos días en Canarias, llegaron a Montevideo el 20 de septiembre.
De ahí, siguieron hasta las islas Malvinas, recalando antes en la Patagonia.
Doblaron el Cabo de Hornos y pasaron al Pacífico el 13 de noviembre, explorando
la costa y recalando en varios puntos como Valparaiso y Santiago de Chile, ,
para alcanzar finalmente Acapulco en abril de 1791.
Al llegar allí, recibieron el encargo del rey Carlos
IV de encontrar el Paso del Noroeste, que se suponía unía los océanos Pacífico
y Atlántico. La expedición, navegó hasta Alaska, donde se convencio de que no
había tal paso. Volvió hacia el sur, hasta Acapulco (a donde llegó el 19 de
octubre de 1791), En Acapulco, el virrey de Nueva España ordenó a Malaspina
reconocer y cartografiar el estrecho de Juan de Fuca, al sur de Nutka.
Malaspina requisó dos pequeños navíos, la Sutil y la Mexicana, poniéndolos bajo
el mando de dos de sus oficiales, Alcalá Galiano y Cayetano Valdés. Dichos
barcos dejaron la expedición y se dirigieron al estrecho de Juan de Fuca para
cumplir la orden.
El resto de la expedición puso rumbo al Pacífico. La
Atrevida y la Descubierta siguieron la ruta del galeón de Manila hasta la isla
de Guam, la mayor del archipiélago de las Marianas, donde el descanso y los
cuidados completaron la recuperación de los enfermos. A finales de marzo de
1792 las corbetas ya estaban en el pierto de Manila, cerca de la catedral.
Quedaban 3 meses escasos para la llegada de los
vendavales y las lluvias de la estación monzónica, y los expedicionarios
aprovecharon bien el tiempo. José Bustamante, en la Atrevida, se dirigió a
Macao para realizar observaciones astronómicas y establecer contactos
diplomáticos con el gobernador portugués del enclave. Además de adquirir
pinturas, el comandante debía tratar de vender las pieles de las que habían
hecho acopio en el Noroeste. Los alféreces Felipe Bauzá y Fabio Aliponzoni se
quedaron en Manila para levantar el plano de la bahía y Malaspina se desplazó
por tierra hacia el este para reconocer la costa pacífica de Luzón, desde
Mauban hasta el cabo de San Ildefonso, mientras otro grupo se ocupaba del tramo
entre Maubán y Sorsogón. Por otra parte, Luis Neé había desembarcado en este
último puerto para herborizar en la zona meridional de la isla. La exploración
de la parte norte y la región central quedó a cargo de Tadeo Haenke y de
Antonio Pineda, respectivamente.
En julio, cuando la estación de lluvias había
comenzado, llegaba a Manila la peor de las noticias: la muerte de Antonio
Pineda. El naturalista había iniciado su viaje en compañía de Juan de Cuellar,
botánico de la Compañía de las Indias, con quien visitó los cultivos de canela
de la hacienda Calavang y analizó las aguas termales de los baños de Maquilin.
En la laguna de Bay, los científicos se separaron; Cuellar regresó a la capital
y Pineda se dirigió al norte de la laguna para encaminarse hacia la zona montañosa
central. No obstante, los rigores del clima y las fatigosas marchas acabaron
por ocasionarle un proceso febril del que no se recuperaría. Postrado en una
litera, el focicial fue conducido a Badoc, el la provincia de Ilocos, donde
sufrió un ataque fatal de apoplejía.
Con el ánimo abatido por la pérdida del compañero, los
expedicionarios ultimaron las tareas pendientes. Cuatro meses más tarde
abandonaron Manila, en dirección al sur, para ganar de nuevo aguas del
Pacífico.
La visita a las colonias británicas de Australia,
conocida entonces como Nueva Holanda, tenía un objetivo político: evaluar el
peligro potencial que éstas ofrecían para los puertos americanos, cuestión que
en la corte de Madrid era motivo de preocupación. Sin embargo, tal visita se desarrolló
en unos términos de cortesía y cooperación que pusieron de manifiesto que los
intereses científicos estaban por encima de la rivalidad entre ambas naciones.
Naturalistas, pintores y oficiales fueron autorizados a circular libremente por
los alrededores de Puerto Jackson, cerca de Sidney, internándose hasta las
colonias de Parramata y Tungave. La impresión que causó a los expedicionarios
lo que aquellos colonos habían conseguido en cinco años no pudo ser más
favorable:
… la vista era deliciosa por la multitud de campos
cultivados. Alegrábase el ánimo al contemplar la aplicación al trabajo, y por
el constante esmero con que transformaban un país tosco y silvestre en jardín
ameno… (Luis Neé).
En cuanto las embarcaciones fueron reparadas y
avitualladas, los expedicionarios prosiguieron su viaje. La llegada a su nuevo
destino, el archipiélago de Mayorga (actuales islas Tonga), compensó todas las
penalidades pasadas. James Cook las había llamado islas Vavao, o de los Amigos,
por el carácter amistodo de sus habitantes. El archipiélago era paradisiaco.
Aguas cristalinas, arenas blancas, temperaturas agradables y una naturaleza
pródiga convidaban al descanso y al goce de los sentidos.
La amabilidad de los nativos de las islas se puso de
manifiesto nada más fondear en el puerto del Refugio. Con las corbetas rodeadas
de decenas de canoas se producía el encuentro con el eije Dubou, quien regaló
al comandante un garrote grueso, símbolo de su poder, una gallina, y diversas
frutas. Al cálido recibimiento siguieron días festivos, en los que menudearon
bailes de los nativos y los convites mutuos. Algunos oficiales trabaron amistad
con los eijes que gobernaban el archipiélago y pudieron recabar mucha
información sobre las costumbres, creencias e historia de un pueblo que parecía
ingenuamente feliz.
A finales de junio de 1793, la Atrevida y la
descubierta alcanzaban de nuevo el litoral americano. Sin embargo, el ansiado
regreso a España desde Montevideo se vio demorado varios meses por la guerra
con la Francia revolucionaria. Finalmente se organizó un convoy integrado por
más de una decena de buques, con objeto de efectuar la travesía atlántica con
cierta protección por si se producía un encuentro con algún barco francés.
La llegada a Cádiz culminaba una empresa
expedicionaria sin precedentes. Su artífice, Alejandro Malaspina, recibió
homenajes, felicitaciones y ascensos. Lamentablemente la euforia duró poco.
Cuando el militar se dispuso a ordenar y elaborar el material recopilado y a
redactar la memoria de su viaje empezaron los problemas. Sus ideas reformistas
respecto a la administración de las colonias llegaban en un momento inoportuno,
y su prestigio incomodaba al poderoso Godoy. Malaspina se vio involucrado en un
turbio complot que acabó con su detención y posterior ingreso en la prisión del
castillo de San Antón en La Coruña, de la que no saldría hasta 1802, para
partir desterrado a Italia. Su desgracia alcanzó también a la publicación y
divulgación de los trabajos de la expedición, que permanecieron inéditos y casi
olvidados durante muchos años
Para
leer mas:
http://www.fbbva.es/TLFU/microsites/malaspina/index.html
http://www.expedicionmalaspina.es/Malaspina/Malaspina.do
http://es.wikipedia.org/wiki/Expedici%C3%B3n_Malaspina

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