La
calle del Arenal fue testigo en 1896 de un insólito experimento que tenía como
objetivo reducir el ruido del ya elevado tránsito de vehículos que se producía
por sus calles.
El
problema no era sólo de esa calle, sino de todo Madrid y de todas las grandes
ciudades. Posiblemente que ideas como la que se puso en marcha en Madrid sería
también ideadas de más de una ciudad, ya que, en aquella época, el ruido debía
de ser ya ensordecedor, ya que el adoquinado de la mayoría de las vías debía de
resonar mucho al paso de los caballos con sus cascos, o de las ruedas de los
coches con sus motores.
En
Madrid se pensó en reducir el ruido pavimentando la vía con un material que
pudiera amortiguar el impacto para absorber el ruido y que fuera barata y
abundante. Se trataba del corcho que abundaba en España y que desde luego era
barata. Sin embargo era una apuesta arriesgada. No debían de estar seguros del
éxito, y antes de extender la medida por todas calles de las grandes ciudades,
decidieron hacer una prueba en la calle del Arenal de Madrid.
La
medida fue aprobada en junta por el Ayuntamiento de la capital el 3 de febrero
de 1896 y de inmediato se puso en marcha la prueba.
Al
principio, la medida fue un éxito. El ruido se redujo de manera importante para
asombro de los vecinos y comerciantes, pero no menos de los impulsores de la
medida. Sin embargo la alegría duró poco. Con la llegada de las lluvias, el
corcho se hinchó y empezó a deshacerse dejando la calle impracticable, por lo
que se debió de retirar todo el corcho y dejar la calle como estaba antes del
experimento.
Los
vecinos debieron acostumbrarse al ruido de la calle que creció de manera
exponencial con los años y la llegada del tráfico moderno.
El
intento de pavimentar Madrid con corcho no volvió a recuperarse. Sin embargo,
más de un siglo después, la calle del Arenal ha recuperado parte de esa paz que
un día gozó. Aunque no gracias al corcho, sino a su completa peatonalización.
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