Primera
Guerra Mundial fue el primer conflicto que afecto a territorios de todo el
mundo, sobre todo porque la evolución imperialista de la mayoría de los países,
sobre todo europeos, aunque no sólo, había extendido sus territorios por todo
el mundo. Fue una guerra buscada, en gran parte de la ciudadanía europea
existía el sentimiento de que era necesaria; en algunos casos como gloria para
la patria, pero también como renovación espiritual de las naciones, o
simplemente como enriquecimiento a costa del otro. Analicemos por separado
todos los aspectos y a los diferentes actores:
Rusia
era el país más grande, pero también el mas atrasado. Sus territorios llegaban
desde la frontera con Alemania hasta las costas del Pacífico, haciendo frontera
con China. La inmensa mayoría del territorio era una zona atrasada en la que
convivían un sinfín de culturas diferentes, con distintas religiones, y en las
que el control zarista era a menudo tenue. Era un estado autócrata, en el que
el zar tenía el poder absoluto y donde los súbditos eran en la práctica,
siervos que servían al Zar. Sin embargo, se había llevado a cabo una
industrialización acelerada, que había creado en las grandes ciudades como San
Petersburgo o Moscú, inmensos complejos industriales con decenas de miles de
trabajadores, que serían el caldo de cultivo perfecto para la revolución
bolchevique. Sin embargo era un gigante con los pies de barro y no estaba preparado
para una guerra a gran escala, sin mandos preparados, que en la mayoría sólo
tenían un título nobiliario pero ninguna preparación militar y que trataban a
los soldados como siervos. La guerra demostraría eso al encadenar una derrota
tras otra.
Serbia
era el gran aliado de Rusia. Hacía poco que se había independizado del Imperio
Otomano y reivindicaba el paneslavismo como excusa primero para afianzar su
independencia, pero también como ruta que llevara a ampliar su territorio sobre
sus antiguas posesiones. Sin embargo, en el reparto tras la independencia de
los otomanos, había sido incorporada al Imperio austrohúngaro, lo que desde el
principio supuso alimentar un polvorín que antes o después tenía que estallar.
Alemania
era la potencia emergente en Europa. Tras las guerras de Bismarck y la derrota
de Napoleón III en 1870 en Sedán, se había proclamado el II Reich alemán en el
Palacio de Versalles de París. Alemania se había convertido en el país
hegemónico en Europa. Pero el juego de alianzas y la tela tejida con todo
cuidado por el viejo canciller para mantener el equilibrio, fue rota por el
nuevo Káiser, Guillermo II, que inició una política agresiva que buscó expandir
el poder alemán. Sin embargo, esta política le fue aislando en el continente,
contando sólo con el apoyo seguro del emperador austriaco, Francisco José. Esa
alianza selló el destino de ambos.
Francia
era una sombra de lo que había sido. Se estaba recuperando del desastre de
Sedán de 1870. Había perdido Alsacia y Lorena. Sus gobiernos no llegaban a
levantar al país y en su ciudadanía había el sentimiento de decadencia que
había que revertir de alguna manera. Un sentimiento de rabia que se mezclaba
con el de revancha hacia el alemán que les había humillado. Aun así, seguía
teniendo un buen ejército, sobre todo en número, y muy motivado que se estaba
modernizando con las nuevas armas. Esa fue una de las claves de la gran
carnicería.
Inglaterra
era la dueña de los mares. Su aislamiento en la isla, le daba la sensación de
seguridad de que no podía ser invadida, entre otras cosas gracias su Armada, la
más poderosa. Sus colonias se extendían por todo el mundo. Sin embargo, también
veían con cierta preocupación la política expansiva del Káiser y por qué no,
veían con buenos ojos, poder hacerse con alguno de los territorios que podrían
quedar huérfanos en los Balcanes o en territorios del Imperio Otomano en Europa
o en sus territorios de Arabia o Mesopotamia, así como el Levante mediterráneo.
Allí,
el Imperio Otomano, el llamado “enfermo de Europa”, seguía su agonía. Su
ejército era una sombra de aquel que arrasaba a sus enemigos. Sin embargo,
seguía siendo la puerta de entrada y salida del Mar Negro, y desde su palacio
de Estambul, los sultanes otomanos seguían dominando grandes extensiones de
terreno. Esto les llevó a subestimar el alcance de la guerra que empezaba y a
sobreestimar sus propias fuerzas.
Al
otro lado del mundo, EEUU se mantenía ajena a las tensiones mundiales. Su
expansionismo siempre estuvo limitado por su corriente de aislamiento. Sin
embargo, la presidencia de Wilson, veía como necesidad impulsar la democracia y
la colaboración entre todos los países como fórmula de mantener la paz. Eso le
llevó a intervenir en la guerra.
Y
por último, hay que hablar del sentimiento europeo. Incluida la intelectualidad
europea que veía la situación del cambio de siglo como una continua decadencia
tanto moral como social. Un sentimiento de rabia e impotencia y de
preocupación. Por un lado, la carrera armamentística y el expansionismo sobre
todo alemán llevaba a un “golpear primero”. Por otro, en Francia estaba el
revanchismo que dijimos antes. En Alemania, la guerra necesaria para que se
pudiera alcanzar las tierras necesarias, sobre todo hacia el este. En
Inglaterra, el freno a Alemania antes de que fuera tarde, pero también el “a
ver que pillamos”.
Pero,
detengámonos en la idea de la decadencia moral del cambio de siglo. Y fijémonos
en la persona de Nietzsche. Este filósofo alemán representa en su persona y en
su pensamiento este sentimiento belicista que extendió por Europa. Nietzsche
hablaba de pérdida de la fuerza espiritual de los hombres por haber olvidado el
seguir sus impulsos. Esa fuerza vital perdida. Y la buscaba en el pasado de los
pueblos germanos, en busca del “superhombre”. Su pensamiento es mucho más
profundo y complejo e invito a leer sobre el mismo. Pero sobre todo la juventud
europea, influenciado por ello o no, fue viendo en esa guerra necesaria una
forma de encontrar a ese superhombre que sigue sus impulsos y logra la gloria.
Aunque posiblemente que Nietzsche no habría aprobado esa guerra, pero había
muerto en 1900 y eso no lo sabremos.
En
cualquier caso, todos estos factores se juntaron en 1914. En el 28 de junio, en
la ciudad de Sarajevo. Cuando el archiduque Francisco Fernando de Austria y su
esposa, Sofía Chotek recorrían una de sus calles en coche oficial y fueron
asesinados por el joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip, miembro
del grupo serbio "Joven Bosnia", ligado al grupo nacionalista Mano
Negra, que apoyaba la unificación de Bosnia con Serbia. Entonces todo saltó por
los aires. Austria dio un ultimátum para esclarecer el crimen. Rusia declaró su
apoyo a Serbia y declaró la guerra a Austria. Alemania intentó detener la
escalada y no pudo. Austria declaró la guerra a Rusia y arrastró a Alemania a la
guerra que declaró la guerra a Rusia en apoyo de su aliada. Inglaterra y
Francia hicieron lo ismo en apoyo de Rusia, En pocos días, el mundo estaba en
guerra.
Paradójicamente,
los partidos socialistas de los países con representación parlamentaria,
apoyaron la guerra, sumidos en esa ola de patriotismo y de ese sentimiento
belicista que hablábamos que se rodeaba de una idea romántica de lucha medieval
y de resurgimiento del espíritu vital europeo. Pocos vieron venir el drama que
se avecinaba.
El
mundo había cambiado. Ya no serían esas guerras en las que se luchaba casi
cuerpo a cuerpo grandes unidades de infantería. En las que la guerra duraba
unos meses o pocos años y morían un número de soldados no excesivamente alto,
que volvían a casa rodeados de gloria. No, la guerra ya no sería así.
La
tecnología había creado grandes armas de destrucción. Ametralladoras potentes,
grandes cañones, aviación, tanques, etc…. Se podía matar rápido a mucha gente a
la vez.
En
1914, Francia y Alemania se lanzaron en tromba a destruir de una vez al enemigo
en una sola batalla. La revancha de Sedán de 1870 para los franceses. Pero los
alemanes se lanzaron de la misma manera y chocaron como 2 trenes en la
frontera. Ninguno pudo con el otro, y entonces los dos decidieron rodear al
otro avanzando hacia el mar. Fue la llamada “Carrera hacia el mar”. Ninguno
pudo pasar al otro y el frente llegó hasta el mar. Empezó la guerra de
trincheras. Esa para la que Nadie se había preparado.
Las
trincheras fueron la tumba de cientos de miles de jóvenes europeos. Una
generación perdida entre el barro de los campos de batalla. La sociedad empezó
a ver en que se había metido. Esa guerra salvadora no había llegado. La gloria
de las naciones se estaba llevando a sus jóvenes. Europa perdió su inocencia.
Pocas
cosas salieron como sus protagonistas habían pensado. En Rusia, en 1917,
estalló la Revolución bolchevique que terminó con el imperio de los zares y vio
como se iniciaba una guerra civil que sacó a Rusia de la guerra mundial. El
imperio Austro-Húngaro también desapareció y sus territorios se convirtieron en
varios países europeos nuevos. En Alemania, estalló una revolución que sacó al
país de la guerra e hizo que esta terminara, sumiendo al país en una crisis
profundísima de la que sólo salió con el ascenso nazi, siendo la crisis el
principal motivo de ese ascenso. El Imperio Otomano también desapareció y sus
pedazos fueron repartidos sobre todo por Inglaterra. Sólo la decidida acción de
Ataturk, el padre de la patria turco hizo que se pudieran recuperar la mayoría
de los territorios de Anatolia para formar la actual Turquía.
Pero
los países que vencieron tampoco salieron bien parados. Francia había visto devastado
su territorio porque las grandes batallas se desarrollaron en él. Se recuperó
pero le costó mucho y perdió a gran parte de su juventud. Inglaterra vio
aumentadas sus posesiones a costa de sobre todo el Imperio Otomano. Se puede
decir que salió bien parado. Pero también perdió muchos jóvenes en los campos
franceses. Debió de endeudarse para costar la guerra sobre todo con EEUU.
Este
puede decirse que fue uno de los triunfadores. Wilson triunfó pero su sueño de
crear una sociedad de Naciones que colaboraran en paz se vio truncado cuando el
Senado estadounidense debía ratificar la adhesión de EEUU a esa nueva
“.Sociedad de Naciones”. El Senado lo rechazó y EEUU se quedó fuera. Volvió a
su aislamiento, pero como gran acreedora de los países europeos. Su crecimiento
ya no pararía. Era la nueva potencia hegemónica del mundo.
El
mundo cambió. Nuevos países, nuevo equilibrio mundial. Pero sobe todo Europa
despertó. Se debieron de sacar grandes lectura como si merecía la pena perder a
toda una generación por la gloria del país. Sin embargo, en el fin de la
Primera Guerra Mundial se sembraron las semillas que llevaron al mundo a volver
al abismo pocos años después, cuando los jóvenes que volvieron con vida de
aquella carnicería vieron como sus hijos volvían a ella en la Segunda Guerra Mundial
en 1939.
Para
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